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Calentar la silla
La aportación del trabajador al valor añadido de la empresa ya no puede medirse en función de las horas de trabajo que permanece anclado a su mesa
Los cambios profundos que se adivinan —o ya están presentes— en la
gestión de las empresas reclaman desde este momento una mayor presencia
de las políticas de recursos humanos y de gestión de los trabajadores
dentro de cada empresa.
El gran cambio que ya está en marcha y que es palpable en muchas
empresas es la desaparición del centro de trabajo fijo, sagrado y
referencia de presencias, ausencias o jornadas laborales cuantificadas.
La aportación del trabajador al valor añadido de la empresa ya no puede
medirse en función de las horas de trabajo que permanece anclado a su
mesa. La aparición de los ordenadores, de las conexiones informáticas,
de la posibilidad del trabajo desde casa, en fin, empuja hacia otro
modelo de relación productiva. Que tampoco es nuevo, porque en las
profesiones liberales nunca ha sido recomendable el calentar la silla.
La fisonomía de las empresas está llamada a cambiar cuando se advierta
que el trabajo a distancia puede ser más rentable, bien gestionado, que
el empleo de proximidad. Si lo que se mide es el valor añadido, no es
necesario organizarse para medir un indicador indirecto como es la
asistencia.
La contratación precaria es un exudado de la recesión y no será un
fenómeno pasajero; antes al contrario, será la modalidad dominante de
reparto del empleo en los próximos años. En tal escenario cobran fuerza
modos de relación laboral menos arraigados en décadas pasadas y se
exploran cambios de tono en esas modalidades (como la de la remuneración
por objetivos) para extraer la rentabilidad posible. Hay pioneros
mercados profesionales que consiguen más renta así que con contratos
fijos o, incluso, blindados. A costa de renunciar a la seguridad, claro.
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